Capítulo 2:

Las señales de la Divinidad

Al ver a un herrero golpeando un trozo caliente de hierro con su martillo, la gente podría pensar que se trata de una persona cruel. El trozo de hierro también podría pensar que nadie puede ser tan bruto como el herrero. Pero en cada golpe que asesta, el herrero solo piensa en la nueva forma que está por emerger. Hijos míos, así también es un verdadero Gurú.

~ Amma

Durante el programa de Amma a la mañana siguiente, mientras veía a la gente recibir sus abrazos, decidí esperar un rato e imaginar que yo era cada una de las personas que pasaban por su regazo. Para cuando me puse en la fila para recibir mi abrazo, en mi corazón ya había sido abrazado unas treinta veces y me sentía SUPERBIÉN.

Como no había tenido dónde ducharme esa mañana, ni había pensado siquiera en lavarme la cara, aún tenía la pasta de sándalo de la noche anterior marcada en la frente. Así que, cuando fue mi turno para recibir un abrazo, Amma me miró, apuntó hacia mi frente y dijo: “¡Ya recibiste darshan!”. ¡Estaba sugiriendo que estaba intentando colarme por un segundo abrazo! Me señalé la frente y, un poco avergonzado, dije: “No, esto es de anoche”. Ella me miró incrédula, pero me abrazó de todas formas y durante esos treinta segundos llenó todo mi ser de dicha. ¡Qué inmenso poder tenía!

Pero aquí estaba mi confusión. Si ella realmente no sabía que no me había abrazado esa mañana, entonces no podía ser mi Gurú, pues sabía que mi Gurú era un Maestro omnisciente a quien nunca se le escapaba nada. A nivel interno, llevaba años recibiendo la guía espiritual de un ser que evidentemente tenía una maestría total sobre el Cosmos.

La otra posibilidad, que no estaba del todo listo para aceptar, era que Amma hubiese querido hacerme ver, a su manera, que sabía que me había estado imaginando a mí mismo como el receptor de todos los abrazos que había dado esa mañana, y que, internamente, yo sí había recibido el darshan. Si este fuera el caso, además de ser omnisciente, era una gran actriz, y mucho más sutil que yo. Si esta segunda hipótesis era correcta, en lugar de mostrar su poder, ella había tratado de esconder su grandeza, probándome para ver si era capaz de ver a través de su apariencia humana y descubrir a la Diosa que hay dentro.

Desafortunadamente, la segunda hipótesis me pareció demasiado increíble, así que me fui dudando de su grandeza.

Mientras ella seguía dando abrazos, me acerqué a un joven indio que estaba a su lado y le dije que tenía una pregunta.

—¿Sí? —preguntó el discípulo.

—¡Por favor, dile que quiero convertirme en sannyasin! —(Sannyasin significa ‘monje hindú’). Le tradujeron mis palabras a Amma y luego el traductor las dijo a todos en inglés. (Así se hacían las cosas ese primer año; en la actualidad, todas las preguntas y respuestas son privadas).

Amma me miró en medio de un abrazo y soltó una risita. Luego comenzó a reírse estrepitosamente, con la risa más fuerte que hubiera visto u oído en mi vida, como si mis palabras fueran la cosa más graciosa que ella jamás hubiera escuchado. Muy pronto, toda la sala estaba muriéndose de la risa y yo me estaba poniendo rojo como un tomate. Hasta que ella logró finalmente decir “¿Tú?” en inglés y siguió riéndose. Todo su cuerpo temblaba, dándole a la persona que estaba en su regazo una buena sacudida.

Finalmente, se calmó un poco y dijo algo en su lengua materna. El traductor repitió en voz alta y en inglés lo que ella había dicho, para que todos lo oyeran: “¡Amma dice que existe un nombre para el tipo de sannyasin que llegarías a ser!”. El público encontró esto gracioso. JA JAJAJAJA. “A veces, en India, cuando una pareja de recién casados tiene su primera pelea, el esposo le dice a la mujer: ‘¡Te dejo! ¡Renuncio al mundo!’, y sale intempestivamente de la casa y se pone ropa de color naranja. Al cabo de unos días lo encuentras guiñándole el ojo a todas las mujeres y haciendo toda clase de fechorías. ¡Ese es el tipo de sannyasin que serías tú!”.

¡JA JAJAJAJAJA!

En vista de mis recientes peleas con Anji, tenía que admitir que Amma había provisto una ilustración notablemente acertada. Cuando habló de nuevo, el traductor volvió a transmitir sus

palabras al público: “Tienes la mente de un gato. Por mucho que

la alimentes, siempre estarás tratando de robar algo”. JA JAJAJAJAJAJAJAJA.

Hmmm. ¿Sabía del vaso que había robado? ¿Del paquete de fideos? ¿Del salero y el pimentero? ¿De aquellas plantas?

Sin duda, no tenía miedo de herir mis sentimientos y eso me demostraba que sabía cuán fuerte era. Aunque me estaba humillando tremendamente en público, me sentí abrazado por el Amor que emanaba de ella, un Amor que se hizo más potente por el hecho de que, evidentemente, ella ya conocía cada fallo de mi carácter. (Algo que he notado a lo largo de los años es que, al igual que un ceramista que crea un jarrón, cada vez que Dios te abofetea por fuera, pone su otra mano dentro de ti para amortiguar la fuerza del impacto).

En medio del continuo coro de risas, incliné la cabeza hasta el suelo, que, obviamente, era el lugar que le correspondía, y luego me escabullí al fondo de la sala y compré una foto y una cinta de bhajans. (Quizás sea cierto incluso en el Cielo: cuando las cosas se ponen feas, uno se va de compras).

Cuando terminó el programa, me metí en el coche y, muy decepcionado, empecé a resignarme a la posibilidad de que la respuesta de Amma fuera definitiva y que la opinión de Dios sobre el sueño de mi vida fuera: “Lo siento, tontín, ¡pero tú no eres sannyasin!”. Por supuesto, una parte de mí sabía que Amma tenía razón; en ciertos aspectos yo me parecía más a un mono que a un monje. Así que quizás estaba destinado a ser un cabeza de familia espiritual, a casarme con Anjeline en una ceremonia espiritual, a criar hijos espirituales, a cambiar sus pañales espiritualmente y a estar atado (en una atadura espiritual, claro está) durante los siguientes treinta años de mi vida. No me gustaba la idea, pero si esa era la voluntad de Dios, pues tendría que aceptarla. Sin embargo, aún no estaba tan seguro y no quería dejar que mis aspiraciones se estrellaran sin derecho a apelación. Así que, mientras conducía de vuelta hacia la casa de Anji, le pedí a Dios que me enviara una señal y que manifestara al fin su voluntad claramente. (Yo era un gran intérprete de señales. Me mostraban las letras en una matrícula e inmediatamente veía un mensaje de Dios en ella. La pregunta era si vería una que dijera SNYASN SI u otra que dijera TU MNJE JA).

Mientras conducía, me di cuenta de que, en cada pueblo que atravesaba, me cruzaba con una calle llamada Maple; parecía haber una calle Maple cada pocos kilómetros. “Qué extraño”, pensé. “¿Será eso una señal?”. En un instante, caí en la cuenta de la jerga que Dios estaba usando conmigo: ¡Maple significaba May pull, que en inglés quiere decir ‘Puedes esforzarte’! Y el mensaje se hizo evidente: “Si realmente quieres convertirte en monje, puedes esforzarte por alcanzar esa meta y Amma te ayudará”.

¡SÍ! En ese mismo momento, decidí esforzarme en el camino de la renuncia.

Al cabo de un mes, Anji y yo habíamos cortado (el triste fin de semana que pasamos juntos en las Bahamas fue el detonante) y me mudé a las montañas del oeste de Massachusetts para vivir con unos amigos que estaban formando una comunidad espiritual. Encontré un empleo a tiempo parcial en una tienda naturista ubicada a una media hora de la casa en coche y tomé la decisión de aumentar mis dos horas de meditación diarias a cuatro, a ver si lograba o no convertirme en sannyasin después de todo.

Los bhajans de Amma me atraían mucho y empecé a entonar algunos a diario. ¿Sería ella mi Gurú? Aún no me sentía seguro y quería tener esa certeza antes de elegir uno.

La fuerte reprimenda que Amma me había dado en público me inspiraba un gran respeto, no enraizado en el masoquismo, sino en el hecho de que mi alma reconocía el Amor que había detrás de sus honestas palabras. Aunque mi mente aún no lo entendía del todo, algo en lo profundo de mí ya sabía lo que ella era. Mis mejillas se habían puesto rojas delante de ella, mas no solo de vergüenza. Como el agua convertida en vino por las palabras de Jesús, mi alma había encontrado a su Maestro y se había sonrojado. Supuse que, usando el martillo de sus veraces palabras, había abierto un hueco en la coraza de mi ego para luego plantar una semilla de Amor en mi corazón… Dos meses después de mi primer darshan, seguía sintiendo su presencia. Y debo admitir que el tema de los abrazos me atraía fuertemente.

Decidí entonces poner a Amma a prueba.

Hijos, la meta de la vida es Conocer a Dios. ¡Esforzaos en eso!

~ Amma